Terapia educativa cognitivo-conductual

La importancia de educar las emociones

¿Cómo somos las personas? ¿De qué estamos formados? ¿Materia y alma es nuestra naturaleza? ¿Cuerpo y mente? ¿Razón y emoción?… Lo realmente cierto es que somos un todo, indivisible e interrelacionado.

Durante las diferentes etapas de la historia de la humanidad y más concretamente de la educación, se ha enfatizado o desarrollado un aspecto sobre otro. Tal vez la dimensión emocional haya estado presente pero de una manera residual y según contextos.

Así pues, la educación tradicional ha primado el conocimiento, el saber hacer, el aprendizaje instrumental sobre las emociones. Pues bien, ahora es el momento. Es nuestra oportunidad para desarrollar, potenciar y fomentar el ser por el ser. El saber ser y vivir en armonía con uno mismo y con los demás porque, al fin y al cabo, hemos nacido para sentir.

Educación emocional
para padres e hijos

Comenzar desde etapas muy tempranas a educar en competencias emocionales es la clave para garantizar el bienestar y el desarrollo integral de nuestros hijos. Y para ello, es prioritario y fundamental la intervención de todos los agentes sociales y educativos en estrecha colaboración y cooperación con las familias.

Si somos seres únicos en cuanto a pensamiento, emoción y conducta, se entiende también que no todos poseemos las mismas cualidades, capacidades o debilidades ante una misma situación. Entonces, ¿por qué se nos exige que todos lleguemos al mismo nivel educativo y al mismo tiempo? Resulta algo contradictorio. Nos enseñan a competir, a ser los mejores. Pero a ser los mejores ¿en qué? Además ¿qué importan los resultados académicos si no sabemos manejamos socialmente de manera adecuada y exitosa?

“La educación de las emociones no sólo revierte en la personas,
sino en los diferentes ámbitos de la sociedad en los que se desenvuelve”

El objetivo prioritario de la educación debería ser fomentar y encontrar espacios y momentos donde los niños/as puedan crecer personalmente, para así alcanzar una mejor calidad de vida. Es obvio que la educación de las emociones no sólo revierte en la persona de manera individual sino, y lo que es más importante, tiene su influencia en los diferentes ámbitos donde se desenvuelve y en la sociedad en general.

¿En qué consiste dar una buena educación emocional?

Cuando hablamos de Educación emocional, hacemos referencia no sólo a las sensaciones, emociones y sentimientos sino a todo aquello relativo a su identificar, conocer, gestionar, controlar, tolerar la frustración, reconocer y respetar las emociones de los demás, empatia, resolver conflictos, automotivación, habilidades sociales, etc. Todas estas aptitudes son relevantes porque, en el terreno práctico, se relacionan con la capacidad de ser feliz, con el bienestar emocional y el equilibrio. Estas facilitan la comprensión de su mundo interior y mejoran su mundo exterior en lo relativo a las relaciones con los demás. Las herramientas y estrategias que aprenden a lo largo de su trayectoria vital, y que requieren de una práctica continuada, posibilitan enfrentarse con actitud positiva y optimista a la vida.

“Podemos evitar el fracaso escolar,
y prevenimos trastornos de diferente índole como ansiedad,
estrés, depresión, o trastornos alimenticios”

Así pues, la educación emocional tiene como objetivos prioritarios regular las emociones negativas y potenciar las positivas para construir la propia felicidad y fomentar el bienestar personal y social. Con la enseñanza de las emociones y las competencias sociales evitamos por una parte, el fracaso escolar causado no por falta de las capacidades intelectuales sino por las experiencias negativas que originan problemas de comportamiento, agresividad, conflictos interpersonales, etc. Y por otra, prevenimos conductas o trastornos de diferente índole como ansiedad, estrés, depresión, trastornos alimenticios, etc.

¿Qué deben hacer los diferentes agentes sociales que rodean al niño?

La familia constituye el primer y más importante agente socializador del niño. Es por ello, que para garantizar el bienestar físico, psicológico y emocional necesitamos de su colaboración. Más que eso, es imprescindible que en el propio núcleo familiar del niño se desarrollen y eduquen de manera adecuada las competencias emocionales desde edades muy tempranas. ¿Cómo lograrlo? Sencillo.

En nuestro día a día encontramos infinidad de oportunidades para ayudar a nuestros hijos a desarrollar la intebgencia emocional desde nombrar los sentimientos, observar los gestos de otros niños y adultos, leer cuentos para cuestionar y reflexionar sobre sus personajes, ver una película y pensar sobre las emociones implicadas y cómo vosotros y ellos las gestionaríais, actuar con asertividad y empatia, etc.

Son muchas las familias que acuden a terapia con sensación de desasosiego y descontrol. Comienzan

contando su “problema”, nerviosos, explicando que ya no saben qué hacer. Que lo han intentado todo. Hablan de castigos, enfados, gritos, falta de control, etc. Les escucho atentamente y empatizo con su sufrimiento. No les quiero decir que todo esto no funcionará nunca con su hijo. Que no es el método. Deseo que reflexionen y sean ellos mismos quien lleguen a esa conclusión.

Y en la mayoría de las ocasiones les pregunto “¿Cómo te sentirías si vieras que a tu hijo le tratan así?”. La expresión de sus rostros cambia instantáneamente. Con ello quiero conseguir el primero de los principios sobre la educación y la disciplina positiva: Amor y Comprensión.

Cómo gestionar una pataleta

Las rabietas o pataletas, o lo que es lo mismo, la baja tolerancia a la frustración, la desobediencia, las llamadas de atención, etc, son de los casos que más quebraderos de cabeza causan entre los padres.

En todos estos casos, nuestra lógica, nuestra razón no es el medio. Esto no hará más que agravar la situación. Lo realmente importante es “sintonizar” con las emociones de nuestros hijos porque debéis tener en cuenta que detrás de las conductas incorrectas hay una emoción que no sabe expresarse. Así pues, el primer paso, es la comprensión y la conexión con ese sentimiento no identificado y mal exteriorizado por parte de nuestro hijo, sencillamente porque desconoce cómo hacerlo. Porque nadie se lo ha mostrado.

  1. Con un tono neutro, cariñoso y atento, le escuchas tanto sus señales verbales como no verbales. Éste tipo de lenguaje es el más poderoso facilitador de la información. Podemos utilizar “abridores de la comunicación” como: “Mmmmrn…, Cuéntame más, ¡Oh!, ¿De veras?”, etc.. Déjale que cuente lo que le sucede, sin interrupciones, sin juicios. Con espera paciente.
  2. Ayúdale a poner nombre a lo que le sucede, a la emoción que se esconde detrás de esa situación concreta. Ejemplo: “Ya veo… estás enfadado por…”
  3. Valídalo. “ Entiendo que te haya molestado…” Con ello, demostramos amor incondicional y aceptación. Elementos clave para su óptimo desarrollo emocional.
  4. No obstante, el hecho de aceptar su emoción no implica que su conducta sea aprobada. Más tarde, y después de escucharle atentamente, reflejar sus ideas y sentimientos, tenemos las responsabilidad de guiar su conducta. Así pues, deberemos expresar que ese comportamiento no es el adecuado y para ello utilizaremos “los mensajes YO”: “ Me siento molesto/a     cuando veo     . Me gustaría que “.
  5. Corregir esa conducta es fundamental. Podemos utilizar diferentes métodos de disciplina como: las consecuencias lógicas y naturales, el regaño, el tiempo fuera o la sobrecorrección, entre otras.
  6. Es fundamental, acompañarlo, ayudarlo y reforzarlo en este nuevo aprendizaje. Siendo conscientes que todo nuevo aprendizaje requiere su tiempo y que cometerán errores. Paciencia y constancia son la clave.
  7. Para finalizar, podremos buscar momentos y espacios para reflexionar juntos sobre los diferentes modos de afrontar ese problema cuando vuelva a suceder.
    Es cierto que el viaje hacia el mundo de las emociones no es un camino fácil ni sencillo de recorrer. La ilusión nos invadirá cuando pensemos en él, cuando lo preparemos. Imaginaremos cómo será, que nos encontraremos. A veces, creeremos que la mochila estará sobrecargada y otras, nos preguntaremos si es demasiado ligera, si nos hemos dejado algo. Estaremos asustados por si nos equivocamos. Para ello, es vital e imprescindible un cambio de actitud, orientado a despertar en nosotros la capacidad de imaginar, crear, descubrir, comprender, jugar e ilusionar con la experiencia y formación de un adulto pero con las ganas y el ánimo de un niño/a.

“Es vital que al educar el cerebro de nuestros niños,  no nos olvidemos de educar su corazón”

Dalai Lama

Beatriz gascón irún

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